Autor
Dirección General de Comunicación Social UNAM
Fecha de publicación
10 de febrero 2023
Categoría
Boletín
• Simbólicamente las ciencias exactas y naturales se vinculan a lo masculino, señala Lu Ciccia
• Mañana es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
La igualdad entre hombres y mujeres es una prioridad global de la UNESCO, y el apoyo a las jóvenes, su educación y su plena capacidad para hacer oír sus ideas son los motores del desarrollo y la paz, coincide con el organismo internacional la integrante del Centro de
Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, Lu Ciccia.
De acuerdo con cifras de la instancia mundial, el porcentaje promedio en el orbe de investigadoras es de 33.3 por ciento; y sólo 35 por ciento de los estudiantes en campos relacionados con STEM (siglas en inglés para ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), son mujeres.
Aunque los ámbitos STEM se consideran críticos para las economías nacionales, actualmente la mayoría de las naciones, sin importar su nivel de desarrollo, no han logrado la igualdad de género; hasta 2016, 30 por ciento de los países con datos disponibles sobre la proporción nacional de mujeres investigadoras, había alcanzado la paridad.
Se calcula que en las ferias de las STEM, en términos generales y a escala internacional, las cis mujeres (una persona cisgénero se identifica con el género que se le asignó al nacer) representan únicamente de 13 a 15 por ciento, añade la universitaria.
Datos de la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM indican que en este subsistema el personal académico lo integran tres mil 187 personas, de ellas mil 271 son investigadores, 519 investigadoras, 787 técnicos académicos y 610 técnicas académicas.
El porcentaje de investigadoras se incrementó de 27 en 2015, a 28 en 2019. En 2021 pasó a 29 ciento, porcentaje que se mantuvo durante el año pasado.
En cuanto a técnicas académicas, creció de 43 por ciento en 2015, a 44 en 2019, porcentaje que se mantuvo hasta 2022.
Por áreas de conocimiento, las investigadoras representan, en 2023, 30 por ciento en las Ciencias de la Tierra e Ingeniería; 39 por ciento en las Ciencias Químico Biológicas y de la Salud; y 20 por ciento en las Ciencias Físico Matemáticas.
Según la experta, cuando se habla de “mujeres en la ciencia” se piensa en las exactas y naturales; parecería que las otras, las sociales y las humanidades, no son ciencias, y eso tiene una connotación: “simbólicamente vinculamos las primeras a lo masculino y estas últimas a lo femenino”.
Las mujeres y otros cuerpos feminizados ocupan un sitio infravalorado dentro de las ciencias exactas y naturales, porque son un lugar masculinizado; y, por supuesto, están subrepresentadas, asevera.
La universitaria explica que para las subjetividades feminizadas existe una suerte de “tensión” entre la vida académica y profesional, y la personal y familiar, porque son ellas quienes cuidan y de alguna manera se hacen cargo de la familia.
En general, si las mujeres quieren reproducirse siempre va a afectar los tiempos profesionales; además, se trata de una complicación sustentada por las instituciones, que alimentan y respaldan que no puedan crecer lo suficiente “porque los tiempos que te exigen para terminar los estudios, la producción de conocimiento, etcétera, están centrados en la edad reproductiva, y las personas que gestan producen menos en esos años”.
Cuando ellas logran mantenerse en la institución, no tienen las mismas facilidades para alcanzar puestos de alta responsabilidad; incluso al tener una trayectoria similar a un cis varón, se elige a él.
Además, recalca, hablamos mayormente de cis mujeres heterosexuales, pero también hay que preguntarse dónde quedan otras sexualidades y, por supuesto, la población trans, sean o no de la diversidad sexual.
En el ámbito de las STEM hay que desarrollar políticas para lograr que las cis mujeres puedan acceder con las mismas facilidades que los cis varones; esta es una política fundamental, necesaria pero no suficiente, añade la especialista, ya que aún existiría la reproducción simbólica de las STEM como un ámbito esencialmente masculino.
Lo anterior se explica por un sistema de valores androcéntrico que indefectiblemente excluye corporalidades feminizadas en aquellas disciplinas que encarnan las ideas de objetividad, neutralidad y universalidad.
Para mejorar el acceso de cis niñas y mujeres a la educación tecnológica y científica se necesita, sobre todo, dejar de vincular nuestras corporalidades con ciertos roles de género.
“Esto implica no generizar las formas de juego y los juguetes, dejar elegir a les niñes sus actividades”, así como generar referencias positivas en todas las disciplinas científicas, de cuerpos feminizados, identidades de género no normativas, sexualidades y corporalidades diversas.
“A les niñes hay que decirles que pueden hacer y ser lo que quieran, y que no sientan que está prohibido dedicarse a cierta actividad por su identidad de género o expresión de género. Lo que importa es dejar de esencializar lo que podemos hacer y ser”, enfatiza.
Respecto de medidas para romper el “techo de cristal” al que se enfrentan en los ámbitos científico y académico las personas feminizadas, es fundamental extender los años que se consideran de “alta producción” para que los años reproductivos de las personas que gestan dejen de equivaler a un obstáculo académico profesional.
También hay que considerar los métodos de evaluación: cuáles son los sesgos androcéntricos en las formas de evaluar para el ingreso a plazas académicas. “Al analizar quiénes tienen más estímulos, mayores ingresos y nivel en el Sistema Nacional de Investigadores, o quiénes ocupan los puestos de alta responsabilidad, vemos quiénes son las personas privilegiadas: cis varones heterosexuales”.
En el CIEG -junto con Laura Espinosa Asuar, del Instituto de Ecología, y el apoyo de colegas de diferentes institutos, incluida la participación de Rubs Hernández Duarte, de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM- “estamos iniciando un proyecto PAPIIT (Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica) para contribuir con herramientas de evaluación más justas”.
El cambio estructural y simbólico debe incluir también la capacitación de les evaluadores, y que las tareas de cuidado y el tiempo de gestación y de crianza no impliquen un obstáculo para el crecimiento académico profesional de ninguna persona, reitera Lu Ciccia.
La existencia del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia significa la invisibilización durante 364 días del año y la necesidad de una fecha para hacer visible la subrepresentación de las cis mujeres y otros cuerpos feminizados en las disciplinas científicas exactas y naturales, estima.
Por ello, esta conmemoración no es un fin, sino un medio para construir políticas donde ya no tenga sentido que haya un día dedicado al tema, añade la licenciada en biotecnología y doctora en estudios de género.
“Si este día existe, hay un problema: nos habla de desigualdades estructurales y simbólicas que organizan la vida social, de manera tal que ciertas subjetividades tienen menos acceso a derechos. El objetivo de este día debe ser recordarlo para diluirlo, para que no tenga que existir”.
El 22 de diciembre de 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas estableció el 11 de febrero como el día para reconocer el rol crítico que juegan las mujeres y las niñas en la ciencia y la tecnología; para la UNESCO, es oportunidad de promover su acceso pleno e igualitario a la ciencia.
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